domingo, 1 de septiembre de 2013

UN ENEMIGO DEL PUEBLO

Asistí a ver nuevamente el trabajo escénico Un enemigo del pueblo bajo la adaptación y dirección de Jesús Delgado para el joven colectivo teatral, Grupo Emergente de Caracas. Propuesta visualizada hace algunos meses en los espacios del circuito este (Sala "José Ignacio Cabrujas" de la Fundación Chacao) donde tanto su concepto estético como espacial se conjugó con otras aristas dado el limitado espacio donde fue concretado.

Ahora, de forma efectiva esta producción de Sebastián Torres fue programada asertivamente por el Circuito Permanente de Teatro que organiza Fundarte y GDF a fin que, esta pieza capital del dramaturgo noruego, Henrik Ibsen (1826 – 1906) y catalogada como “paradigma del naturalismo y fundador del teatro de ideas [como] del drama moderno” tenga sitial privilegiado en uno de los teatros emblemáticos del Municipio Libertador.

Con Un enemigo del pueblo (1882) el autor busco pintar la disgregación, la descomposición moral de la sociedad de su tiempo así como los elementos que incidían tras el proceso de transformación de un mundo de engaños y mentiras. Su personaje central, el Doctor Stockman se subleva contra un sistema de falsas políticas y un mundo que era fácilmente manipulable donde la verdad podía ser altamente revolucionaria. Un drama de “soledad temporaria en un luchador que aún no ve las fuerzas que pudieran servirle de apoyo”. Una de las premisas que pudo orientar al lector/espectador cuando confrontó esta obra es que está vigente en su fondo temático. No resulta gratuito inferir ¿Cuál fue el propósito ideológico y/o político subyacente del Grupo Emergente de Caracas a la hora de seleccionar y montar este drama y representarla bajo una específica adaptación?

La respuesta descansará solo en la recepción reflexiva de los espectadores que la hayan visto acá o allá, dado que –como lo dije al inicio- ya fue escenificada en espacios teatrales que tienden a tener contrastarse por su imagen ideológica. Lo saludable, más allá de cualquier postura, es que la versión como puesta en escena de Un enemigo del pueblo fue contundente: supo colocar tres acentos que denotan significativamente opuestos en las formas de pensar/sentir/percibir de un público a otro: “la democracia, el poder y la dignidad”. Incluso, elevan la cuestión de forma más incisiva: ¿Las mayorías tienen la razón?

Sea cual hubiese sido la postura de acuerdo/desacuerdo por parte del público quedó en claro dos aspectos de interés; el primera, es que Fundarte apuesta todavía a la apertura en lo programático y deja que sea el público que exprese con su aplauso o con su silencio ¿si existe o no una aceptación de los contenidos expuestos o trabajados por los grupos llamados a ser exhibidos. El segundo, es que actualmente la cartelera ofrece este mismo montaje a través de otro colectivo que obviamente no comulga con el actual sistema ideológico político. Más allá de todo esto Un enemigo del pueblo se verificó como pieza controversial y que propone reflexión; fue un montaje incisivo y a la vez bien logrado en su base conceptual y técnico estética; que pretendió colocar en el tapete de la discusión observaciones sobre la corrupción (moral o política) para lo cual se aplomó sobre una solvente base de dirección y de una irrefutable capacidad artística donde hubo el compromiso de buscar que decirle al espectador de su tiempo.

Las actuaciones de Antonio Delli como el doctor Stockman es gratificante por su fuerza aunque a veces hay matices que debe cuidar. Wilfredo Cisneros como su hermano el Alcalde, justo y con fuerza interior que hizo contrapartida al personaje central; Claudia Nieto y Lidsay Castro efectuando una labor cónsona en ritmo como en composición de sus papeles. Jesús Hernández acoplado a sus compañeros. Jorge Dakar como Aslaksen y Carlos Clemares articulados homogéneamente. ¡Un montaje que lució excelente sobre las tablas del Teatro de Cipreses!