domingo, 14 de junio de 2015

FAMILIA Y ODIO

FOTOMATÓN

Del prolífico dramaturgo venezolano, Gustavo Ott (Caracas, 1963) uno de sus textos más agudos como lo es el unipersonal, Fotomatón, escrita en el año 1995 y estrenada en 1999, en la sala principal del Teatro San Martín de Caracas por el propio autor y donde actúo, Fernando Then, ha retomado un nuevo ciclo vital de puesta en escena y actualización de algunos elementos referenciales para ser exhibida en una breve temporada ofrecida en la Sala Rajatabla del 28 de mayo al 07 de junio y después, en el Teatro Bolívar del 12 al 14 de Junio, permitió que el público de Caracas lograse acercarse a una de las piezas más estremecedoras del amplio abanico de las piezas de G. Ott.

Un trabajo agudo, punzante, estremecedor y sólidamente interpretado por José Gregorio Martínez quien exhibió, todo un arsenal técnico y artístico que hizo que las plateas de ambos teatros, se colmasen de sinceros como sentidos aplausos.

Un segundo subtítulo de esta pieza fue dado por el autor: "Autopsia nacional en 9 innings suspendido por lluvia". Estructurada bajo el esquema del deporte favorito de los venezolanos, el base ball, que permite a su forma externa apelar a una hilado lúdico para insertar el eje temático de la familia y el asunto del odio, hace que su forma de comedia sea, desde todos sus ángulos de ataque, una incisiva radiografía de la indolencia, la violencia y una indagación sobre los frágiles lazos que ostenta el nexo sanguíneo cuando no hay verdad tras ello.

Sobre todo, tal y como lo dice su Alejandro, personaje central - el cadáver de un joven jugador de base ball- cuando en el 1er inning, viéndose a sí mismo dice: "El odio. Eso. Para nosotros odiar es querer" o, cuando en el paso del 3er inning, de ve llegar a la morgue a su tío Carlos Alejandro no sólo coloca el acento de lo trágico de ver a su sobrino inerte sino que, conjugando, su drama personal de ser portador asintomático del HIV, de haberse ido del país, escapando del ominoso miedo social y con un hijo muerto por ese mal, discurre:

"Pero ¿la familia? La familia lo sabe todo (...)"
"(...) y la verdad, no entiendo por qué los enfermos de SIDA nacionales se van, por qué prefieren morir en Nueva York, por qué los enfermos abandonan a sus familias.
(A ALGUIEN QUE LE DIRIGE LA PALABRA)
¿Que la familia quiere que me vaya?"

Parlamentos duros, frases cortas pero densas de eso que un autor hurga para moldear lo que somos o lo que pretendemos ser. Una clave para desentrañar el poder y sus relaciones en la sombra cuando la desgracia toca a alguien. Para develar los mecanismos del subconsciente que pisotea al desvalido o desvela las clavijas de la apariencia. Eso y más, podría decirse de Fotomatón.

Pero, lo cierto es que tras este unipersonal, tras esta recolocación de una pieza pocas veces trabajada / exhibida en la dinámica teatral de este país, Gustavo Ott valida con fuerza atroz, los desiguales niveles del amor, del odio, del poder y la discriminación.

Contundente y actual. Vigente y poderosamente estremecedor es la posibilidad de re leer una vez más sobre la escena. Es ahí cuando uno puede afirmar como crítico, como espectador y como público que eso son las obras que le hablan al ser nacional venezolano en aquellos años de un siglo que parece ya lejano pero que retumba con sentido y pertinencia en este que apenas traza sus primeros quince años.

Una puesta en escena mucho más crepitante en elementos no verbales. El signo audiovisual acomete en el subconsciente del espectador el reforzar con otros referentes icónicos y como pistas sobre la forma de ser del venezolano y ?por qué no?, hasta del latinoamericano.

Es un texto nada fácil porque exige contar con un actor capaz de desdoblarse, de articular en lo orgánico que es lo propio de la comedia, lo esencial del drama y lo fundamental de lo trágico.
Debe ser alguien con piso de manejo con su potencial de respiración, con la dosificación de ritmo interno y de saber componer y descomponer en apenas segundos, un personaje para dar paso a otro. Incluso, tener consciencia del tempo y de la expectativa que genera en la platea.

José Gregorio Martínez demostró con desenfado en lo técnico como en lo visceral que esos ocho papeles podían ser un gran reto. El aplauso y la entrega de atención del público lo afirmó que tenía - por lo menos en la función que le vi en la Sala Rajatabla - que es un actor dúctil, poderosamente perspicaz, sincero en su entrega e con una hiperquinésis o un ritmo pausado que le otorga potencia a cada uno de sus papeles.

Fotomatón se ha convertido en este primer semestre del 2015, un alegato teatral capaz de estremecer a quien lo vea. Un espectáculo sin excesos aunque haya una cierta saturación de elementos visuales. Eso no lo disminuye, lo re semantiza. Es por ende, una propuesta digna de estar por más tiempo en cartelera e incluso, hasta de ser llevada en gira. Si se sigue presentando, es de esos trabajos escénicos que uno llevará en el recuerdo.

Nota: Las referencias de los parlamentos empleados en esta nota fueron extraídas del libro Gustavo Ott. Las piezas que arrugan el corazón
n
. (1998), pp.: 117,127. Cuadernos del Teatro San Martín de Caracas. Alcaldía de Caracas. Instituto Municipal de Publicaciones. Caracas. Venezuela